domingo, octubre 02, 2005

Buscando mis musas...

Recupero estas líneas que escribí hace tiempo. No son más que pensamientos que escribí en un momento en que tenía muchas cosas en la cabeza.

Abro los ojos y veo el mundo arder en sentimientos. El mundo está presente en su propia destrucción viendo como arden sus raíces.

Despliega las alas para que el resto del mundo vea sus colores, sin embargo, no siempre el pájaro más alado es el más afortunado. Aves desaladas vuelan bajo sin que nadie las tenga en cuenta y, aunque nadie repara en ellas, están ahí. Son el eterno secundario del film que es la vida, hasta que alguien lo descubre y exprime su jugo hasta dejarlo seco. No hay derecho.

Observo las hojas de los árboles moviéndose por la fuerza del viento. Las hojas más altas se llevan el aire menos contaminado, las más bajas están condenadas a respirar en una nube de suciedad eterna.

Se esfuerza por subir a lo más alto de la colina y poder disfrutar de las ventajas que desde allí arriba se alcanzan. Sin embargo, llegar arriba es duro y los obstáculos hacen el camino casi impracticable. Cuando cree haber llegado arriba o bien no está en la cima o bien alguien viene y le tira desde las alturas.

Lo tengo al alcance de mi mano pero nunca lo conseguiré, es la eterna historia: buscas, encuentras y pierdes.

Lo ves posible pero improbable y aunque luchas contra viento y marea contra los elementos en la tormenta perfecta siempre hay alguien que viene y coge tu ola, la ola, y a pesar de que corres para alcanzarla cuanto más corres más lejos lo ves, pero si paras el tren se escapa sin ti, por eso hay que seguir a la cola de la avanzadilla, puesto que siempre se quedan algunos por el camino y se puede ir cogiendo sitio en la cabeza.

1 comentario:

Alberto Fernández dijo...

Bueno, dicen que la mejor crítica para un texto es que sea capaz de inspirar, de hacer pensar. Un regalito para tu blog, uno de los mejores relatos que me ha salido creo. Iba a ponerlo en mi blog, pero luego si no mantengo el nivel, eso se nota, jajajajajjaa.

Diario de un joven soldado alemán

Arena y más arena era en lo único que podía pensar D agazapado en las trincheras, oyendo por todos lados bombas, disparos, gritos y ordenes que se mezclaban dando como resultado una sinfonía lacrimosa auténticamente tétrica. En sus ojos imágenes de compañeros desgarrados, descuartizados, desangrados; cuerpos de amigos con los ojos desorbitados, asustados y gimoteando esperando sin esperanza su destino, incapaces de cumplir las órdenes de oficiales perdidos y desorientados que no dan instrucciones sino actas de defunciones.

Abro los ojos y veo el mundo arder en sentimientos. El mundo está presente en su propia destrucción viendo como arden sus raíces. Maldita sea, yo no tenía que estar aquí, esta no es mi guerra, no es mi causa, sin embargo, algo me impide desertar, y no se trata de la amenaza de disparar incluso por la espalda a todos los posibles desertores, no, desde luego eso no es lo que me impide marcharme lejos y dejar esta pocilga de sangre y barro. La causa está mucho más dentro, es más bien una lucha interior en la cuál debo vencer primero si quiero salir con vida de este matadero militar. La voz del suboficial es cada vez más ronca, da igual, por mucho que se esfuerce, estos jóvenes no son hombres, son niños alistados como carnaza planeada por un demente que nos ofreció un sueño y nos regaló una pesadilla. La mitad del cuerpo de mi compañero de compañía sobrevuela mi cabeza como un pájaro sangrante, burla dantesca de la paloma de la paz. No quiero morir.

Los tanques enemigos avanzan cada vez más rápido por las estrechas calles, aplastan todo a su paso, como gigantes indiferentes al sufrimiento que causan a unas diminutas hormigas. Viejos que corren como torpes gacelas, irónica imagen, la muerte corre más lenta que los muertos, enclenques con bastones que arropan con muros de tela a sus nietos asustados.

A la mierda, que se vayan todos al infierno, mejor dicho, yo no quiero estar más tiempo en él. Veo un camino, la oportunidad, la luz del túnel, un sendero de salvación empedrado con cabezas, manos, piernas, ojos y cuerpos de cadáveres a los cuales, mientras piso, voy poniendo nombre. La mano de Otto, la cabeza abierta de List, el cuerpo descuartizado del oficial Merker, los galones del comandante en jefe Gunther; ¡Heilt Hitler!, acto de respetuosa deserción oficial. Señor, usted seguro que me entiende, tengo que escapar, tengo que vivir señor, usted mejor que nadie sabe lo que se pierde cuando uno está muerto, señor.

Observo las hojas de los árboles moviéndose por la fuerza del viento. Las hojas más altas se llevan el aire menos contaminado, las más bajas están condenadas a respirar en una nube de suciedad eterna. El otoño ha llegado y me niego a ser una hoja caduca más que abone el suelo. Todos están demasiado ocupados, estoy cerca, es mi momento. Escucho a la muerte, debo detenerme. Lo tengo al alcance de mi mano pero nunca lo conseguiré, es la eterna historia: buscas, encuentras y pierdes.